Montsalvatge

Enrique Franco

En los primeros años de la postguerra española el nombre de Xavier Montsalvatge
apareció en el panorama nacional ligado a una estética peculiar, hecha de nostalgia
y evocación: el antillanismo. El triunfo clamoroso de las «canciones negras» supera al
de las obras anteriores de Montsalvatge, destinadas sobre todo al «ballet». Pero la
personalidad de un músico nato, dotado además de refinada sensibilidad intelectual,
no podía permanecer en lo que era tan sólo un rasgo, un matiz, una cierta forma de renovar las tradiciones catalanas de la Costa Brava. Así, el desarrollo de la naturaleza montsalvatgeana, a través de una obra que no desconoce nada de lo que en torno sucede pero que, sin embargo, se muestra resistente a cualquier estrecha servidumbre, supone una aventura plena de interés. Montsalvatge pertenece a una generación que con auténtica propiedad ha de calificarse de intermedia. Sus búsquedas, su caminar, discurren sobre el filo de la navaja. Doble filo que puede herir desde lo conservador
o desde el mimetismo vanguardista. Sin embargo, el compositor de Gerona, un poco al modo del inglés Britten, no sólo supo salvar los peligros sino encontrar su propia personalidad en medio de un problemático cruce de acontecimientos y tendencias, de herencias e intuiciones, de meditaciones y resistencias, de polos de atracción y polos de
repulsión. De tal manera, Montsalvatge llega a la madurez acompañado por el éxito
continuo, el prestigio reconocido y la solidez de pensamiento y oficio. Inserta en la
cultura española y europea a partir de valores netamente catalanes, la ya larga creación
de nuestro músico es grande y difícil capítulo, aportación de extraordinaria humanidad
y fortísima individualidad. Será perdurable porque se ciñe a la ambición de quien fue
buen amigo y admirador entre los primeros de Montsalvatge, Eugenio D'Ors: la obra bien
hecha.

Escritor

Enrique Franco

Colección

Artistas Españoles Contemporáneos

Número en la colección

102

Materia

BIOGRAFÍAS

Idioma